POESÍAS A JESÚS DE LA BORRIQUITA





CANTO A LA VIRGEN DE LA PAZ
(A la Joven Hermandad de la “Borriquita”, con todo afecto)
¿Y a ti qué te digo, Madre,
que no te hayan dicho ya?
Madre mía de la Paz,
cuando sales de tu capilla
eres la Reina del Cielo,
eres Madre Celestial,
eres el Lucero del Alba,
eres lirio y azucena,
eres tú, Lirio Divino,
y blanco Lirio de la sierra;
con tu belleza y esplendor,
con tu color de Virgen morena,
eres la Madre de Dios
cuando sales por La Puebla.
Es el Domingo de Ramos
de la Semana Mayor,
a las seis de la tarde
sale de la Parroquia
el Divino Redentor
montado en un pollino
y dando la bendición.
Y suena la Marcha Real,
y aparece la Señora,
en su palio celestial,
y, en filas, los nazarenos,
con las palmas en sus manos,
desfilan por nuestro pueblo.
Y repican las campanas,
y atónitas se quedan
al ver tu hermosura y tu gracia,
con tu dolor y tu pena.
Y las estrellas, en el cielo,
van buscando a los luceros,
para cantarle saetas
a la Reina de los Cielos.
Y la música que tocan
es la marcha de Campanilleros,
y a la Virgen que la mecen
los hermanos costaleros.
Desde un balcón,
en una esquina,
un saetero canta
una saeta divina:
Tus hermanos, de rodillas,
te piden con mucho amor
por tus hijos de la Puebla,
que les tengas compasión.
Y la cofradía pasa
por las calles de mi pueblo,
hasta que, a las dos de la madrugada,
la Virgen entra en el templo.
marzo 1992


A LA REINA DE LA PAZ
(A la Junta de Gobierno de la Hdad. De la Borriquita, por su acierto en la dirección de dicha hermandad, con afecto)
¿Qué tienes tú, Madre mía,
Madre mía de la Paz,
en tu cara tan divina
y tu rostro sin igual?
Llorando estás con tu pena,
con tu angustia y tu dolor,
porque a tu hijo condenan
sin piedad ni compasión
Con una falsa sentencia
a tu hijo condenaban,
cuando el infame Pilatos
las manos se las lavaba.
Una cruz, grande y pesada,
a tu hijo le entregaron,
cuando los perversos judíos
a ella lo condenaron.
¡Qué grande es tu dolor,
y qué pequeño tu pañuelo
para limpiar tantas lágrimas
que derramas sin consuelo!
Los ángeles te adoran
y te cantan con amor,
te suavizan las penas,
y consuelan tu dolor.
Yo quisiera, Madre mía,
aliviarte en tu dolor,
en esa pena tan grande
que parte tu corazón.
Una madre que sufre y llora
por su hijo, el Redentor,
que, enclavado en la cruz,
agoniza con dolor.
Bendita tú, Madre mía,
Virgen y Madre de la Paz;
eres Reina de los Cielos,
sin pecado original.
El sol iluminará tu frente,
y la luna se sonreirá;
al ver tu rostro divino,
el cielo se estremecerá.
En el monte del Calvario,
junto a San Juan llorabas,
cuando tu hijo Jesús
en la cruz agonizaba.
En el cielo, enloquecidos
los luceros y las estrellas,
entre las nubes se esconden
al ver tu cara de pena.
Los pajarillos, volando,
cantan, locos de alegría,
a la Reina de la Paz,
Virgen Pura, Madre mía.
Madre mía de la Paz,
eres vida y eres amor;
eres tú, Virgen María,
eres la Madre de Dios.
Semana Santa de 1995
A LOS 25 AÑOS DE LA BENDICIÓN DE LA BENDITA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA PAZ
Con flores de primavera
te canto, Madre querida,
y te ofrezco mi amor
a tus pies, Virgen María.
Dios te salve, Madre,
Virgen de la Paz,
Reina de los Cielos,
Madre celestial.
Llena eres de gracia,
Reina de la Paz,
Virgen pura y limpia,
sin pecado original.
“El Señor está contigo”,
te saludó el ángel Gabriel,
anunciándote la dicha:
en tu divina entraña
un Ser habías de tener.
Bendita tú, Madre mía,
bendita tú, dolorosa;
cuando miramos tu cara,
tú eres la más hermosa.
Entre todas las mujeres
fuiste tú la escogida
para darle amor y sangre
al hijo que engendrarías.
Bendito es el fruto,
Madre querida,
que nos diste la gloria
y nos diste la vida.
Gloria a ti, Virgen bendita,
que, en tu vientre tan divino
se engendró con amor,
por obra del Espíritu Santo,
tu hijo, el Redentor.
Eres el Lucero del Alba,
eres Lirio y Azucena,
que nos perfumas de amor
y nos iluminas con tu pena.


No sé qué tienen tus ojos,
Madre mía de la Paz,
cuando miramos tu rostro,
no encontramos otro igual.
No llores tú, Madre mía,
con tanta pena,
que La Puebla te quiere
y te venera.
Antonio Rodríguez “Júscar”,
fuiste padrino de honor,
te recordamos con pena,
y rezamos por tu alma
una bendita oración.
Primavera de 1994

A JESÚS DE LA ENTRADA EN JERUSALÉN (LA BORRIQUITA)
Son las seis de la tarde:
sale de la Parroquia
el Divino Redentor,
montado en un pollino,
y dando la bendición.
Entre olivos y palmas,
a lomos de un borriquillo,
entra en Jerusalén
Nuestro Señor Jesucristo.
Jerusalén, enardecido,
a Jesús agasajaba,
y, pocos días después,
por Barrabás lo cambiaban.
El infame Pilatos
la sentencia firmaría,
y el pueblo de Jerusalén
a Jesús condenaría.
Jerusalén fue tan falso
que a Jesús lo condenó,
y el malvado Pilatos,
lavándose las manos,
la sentencia la firmó.
El gentío te aplaudía,
y, entre palmas, te aclamaban
al entrar en Jerusalén
en un pollino subido,
sabiendo lo que te esperaba.
Jerusalén lo aclamaba,
y Jesús les bendecía,
y cánticos y oraciones
por todas partes se oían.
Semana Santa, 1994